El título de Marqués de Santiago de Oropesa fue concedido por Felipe III a la nieta de Manco Inca, uno de los más de 500 hijos de Huayna Capac, que fue reconocido como Emperador Inca por Francisco Pizarro el 15 de Noviembre de 1.533, tras las muerte por parte de los españoles de Atahualpa, hijo también de Huayna Capac.
Ana María Lorenza Coya de Loyola fue reconocida por Felipe III como “legítima heredera del Imperio de los Incas“, en la concesión del título que el Rey de España le otorgó. ¿De dónde venía Ana María?, ¿quien era Ana María?
Manco Inca, su bisabuelo, era uno de los 500 hijos de Huayna Capac.
Huayna Capac era hijo del Sapa Inca Túpac Yupanqui y de la Coya Mama Ocllo. Huayna Capac había sido el primero, en la historia del Imperio Inca, que asumió el control total tanto en el ámbito político como en el religioso y por tanto había sido el primer caso en la historia del Imperio Inca en el que, en la misma persona, se concentraban todos los poderes. Fue a él, como jefe supremo, a quien en 1,527 le dieron aviso de la llegada de unos extraños individuos con barbas en “casas de madera” que flotaban.
Los hijos de Huayna Capac eran muchos. Los había tenido con todas las princesas y reinas de los diferentes territorios conquistados o con aquellas que pertenecían a territorios que debían vasallaje a los Incas desde los tiempos de su padre o de su abuelo. De hecho, era un honor presentarle al Inca una princesa o incluso en algún caso hasta una reina y que este la tomara por esposa. Pasaría a ser una más de sus tantas esposas. Los hijos de estas uniones eran “incas de privilegio“, pero no “incas de sangre“. Las únicas, o los únicos, hijos con derechos sucesorios eran los hijos de la línea principal. Aquellos que nacían de los incas varones que a su vez se habían casado con sus hermanas incas, hermanos de padre y madre. A estos los llamaremos “hermanos”, a secas. A los “media sangre“, tal como lo hacemos hoy en día, los llamaremos “medio hermanos“.
Los hijos del Inca con la Coya -así se llamaba a la hermana que había casado con el Inca- formaban la “panaca” o grupo familiar principal. La “panaca” real. El resto de matrimonios del Inca, o más bien, el resto de los hijos del Inca, dependiendo de quien fuera la madre, estaban más o menos cercanos a lograr, en caso de que fallara la linea sucesoria, asumir el puesto de nuevo eje de la “panaca” real. Algo muy similar a lo que ocurre con los problemas dinásticos en las casas reales europeas.
Los hijos de Huanya Capac con la Coya -reina y hermana- Rahua Ocllo fueron:
– Ninan Cuyuchi, que murió de viruela antes de llegar Pizarro al Perú.
– Huascar Inca, que fué asesinado por Atahualpa, su medio hermano, por la lucha por el trono Inca.
Huayna Capac tuvo también hijos con “Mama” Runtu Amaru Inca -siendo “mama” equivalente a “palla” o mujer importante-. Amaru era el nombre quechua para serpiente -la serpiente era parte del escudo de armas de los incas-. Se le llamaba “Inca” para resaltar que era de sangre pura y no “inca de privilegio” u honor. El hijo de ambos fue:
Huayna Capac con la “palla” -mujer importante- Tocto Coca, que no era “Inca” pero sí una princesa muy querida por Huayna Capac y que provenía de un reino conquistado al norte del Perú, tuvieron a:
– Ata-hualpa. Capturado por Pizarro, fué mandado ejecutar por Pizarro. Atahualpa había mandado matar previamente a Huáscar con el fin de heredar él su condición de Inca. Al morir Atahualpa quedó el imperio sin Inca.
– Tupac-hualpa Inca. Fue nombrado Inca por Pizarro para llenar el vacío dejado por la muerte del hermano. Falleció cuando hacían el viaje de Cajamarca hacia el Cuzco.
Huayna Capac con la Cacica Cuntur Huacho. Huacho es la zona del costa-norte del Perú. Con ella tuvo a:
– La Ñusta -princesa- Inés Huaylas Yupanqui. Huaylas es la zona de la sierra-norte del Perú. Fue la primera esposa de Pizarro.
Huayna Capac con la Cacica “Juana” Colque, hija de un “Apu” o indígena principal de una zona, tuvo a:
– La Ñusta -princesa- Beatriz Huaylas. La denominación de “Huaylas” confirma que esta rama era también de la sierra-norte del Peru. Esta princesa sería la que en algunos escritos confunden indebidamente con Beatriz Coya. Estuvo casada primero con un hombre de confianza de los Pizarro, Pedro Bustinza. El Capitán Bustinza se distinguió en el cerco del Cuzco, pero murió ajusticiado años después por el Gobernador La Gasca por su fidelidad a Gonzalo Pizarro. Al enviudar la Ñusta, se casó posteriormente con el sastre Diego Hernández.
– Paulu Inca. Fue nombrado Inca por Almagro y más tarde fue reconocido Inca por los Pizarro al quedar a cargo del Cuzco.
La hija de Yamque Yupanqui -hermano de Huayna Capac- con Tocto Ocllo -hermana de la madre de Atahualpa, Tocto Coca- fué:
– Angelina Yupanqui, de nombre original “Cuxirimay Ocllo“. Uno de los personajes más llamativos en todo este período de la historia del que ahora hablamos. Por su ascendencia estaba reservada para ser esposa de Atahualpa. Se casó con Atahualpa a finales de 1,531, una vez nombrado Atahualpa Inca y teniendo el unos treinta años y ella entre once y doce años. Pasaba a ser la mujer más importante del Imperio. Poco tiempo después de haberse casado, su doblemente primo y también marido Atahualpa, fue hecho preso por los españoles y ella le acompañó en su cautiverio, hasta que el 26 de Julio de 1,533 fue ejecutado. Su matrimonio duró apenas unos meses. Ella, enamoradísima de su marido, intentó suicidarse para acompañar a su marido, pero no logró su objetivo. Pizarro estaba muy enamorado de ella y dicen que era muy guapa. El Marqués se había separado recientemente de su primera mujer, de quien había tenido a sus dos hijos. Pasados unos años de la muerte de Atahualpa, tras haberse ella convertido al cristianismo y cambiado su nombre al de Angelina, decidió Pizarro casarse con ella. Debió ser alrededor de 1,538. Pizarro tenía cerca de sesenta años y Angelina alrededor de dieciséis. Le dió dos hijos a Pizarro, pero este o nunca los reconoció, o no tuvo tiempo para hacerlo antes de morir. El matrimonio duró apenas tres años. Al morir Pizarro, Angelina se casó con Juan de Betanzos, conquistador e importante cronista de la época. Betanzos cuenta en su relato como el Marqués quiso “tomarla para él“. Nadie mejor que el tercer marido para hablar de Angelina. Betanzos dominaba el idioma quechua, la lengua que se hablaba en el Imperio de los Incas.
La razón de cómo Manco Inca llegó a ser reconocido por los Incas de sangre, los únicos con derecho a llamarse Incas en su denominación oficial, fue que prácticamente toda la familia imperial -la familia de Huascar, el herededero del trono- había sido asesinada por Quisquis. Quisquis era el general que fue enviado por Atahualpa al Cuzco con el fin de eliminar a toda la rama principal de la familia. Atahualpa tenía cierto derecho de sangre al trono. Mandando matar a todos los que mejoraban su derecho, liberaba el camino para que un “medio hermano“, lo que él era, pudiera asumir el cargo como legitimo Inca.
Muerta la rama principal, la de Huáscar, muerto Atahualpa más tarde por Pizarro, muerto de enfermedad o envenenado por los “huascaristas” Tupachualpa, el hermano de Atahualpa, salió al encuentro de Pizarro el Manco Inca -que no era familia directa de Huáscar, pero que sí seguía en línea de sucesión por ser hijo de Huayna Capac con una princesa de sangre inca-.
Es de esta linea agnaticia, la del Manco Inca, de donde procede Sayri Tupac, el padre de Beatriz Coya, abuelo de Ana María Lorenza Coya de Loyola.
Al rebelarse Manco Inca, los españoles establecidos en Cuzco subieron al trono Inca a un medio hermano de menor rango, Paulo Inca y lo reconocieron como tal. Este Paulo Inca era colaborador de la empresa de Almagro, pero más tarde también se ganó un lugar reconocido con los Pizarro. A ojos de la casa principal, la de los Incas de Vilcabamba -los descendientes y herederos legítimos de la corona Inca- este Paulo Inca no era más que un títere puesto por los españoles.
En cuanto le fué posible a Francisco Pizarro, envió refuerzos desde Lima a sus hermanos y soldados: primero 300 hombres, luego mil, más tarde dos mil y siempre junto con tropas auxiliares de indigenas del norte del Perú -enemigos de los Incas sureños-. Pero estas fuerzas nunca llegaron al Cuzco. Los más de tres mil españoles, junto con algo más de 10,000 tropas indígenas, fueron interceptados y muertos en la región de Apurimac, a medio camino de llegar al Cuzco. Aún así, el Cuzco se salvó. Los españoles cercados en el Cuzco tuvieron la enorme fortuna de que Almagro regresó con un puñado de soldados españoles de su expedición a Chile, acompañado de cerca de 10,000 tropas indígenas que habían ido junto a ellos. Estas tropas eran “collas“, conquistados también por los Incas y ansiosos de librarse del control ejercido por los Incas. Almagro los había recogido por el camino y obedecían a Paulo Inca -que acompañó a Almagro a Chile-. A las ayuda de Almagro y de sus tropas en la liberación del Cuzco hay que sumar, evidentemente, el arrojo y las agallas de los Pizarro. Juan, uno de los hermanos, murió de una pedrada en la batalla, mientras trataba de tomar la fortaleza de Sacsahuamán en las afueras del Cuzco.
Como dato anecdótico acerca del viaje de Almagro a Chile, decir que duró veintidós meses. Fue en busca de riquezas y resultó un absoluto fracaso. Recorrieron parte de las regiones de las actuales Bolivia, Argentina y Chile. Solo encontraron desiertos y zonas aptas para la agricultura, pero no el oro y la plata que estaban buscando. Lo curioso del asunto es que acamparon varios días junto al lago de Aullaga y no se enteraron que mientras estaban allí acampados, estaban junto a las fabulosas minas de oro y plata de Porco, Potosí y Poopó. A Almagro el Rey le había premiado con unas tierras que parecían ser secas, pobres y áridas. Murió sin saber que nominalmente había sido hecho dueño de una zona que escondía una de las mayores riquezas metalúrgicas del mundo.
Pizarro era analfabeto, no sabía leer ni escribir, pero tenía una sabiduría innata que le permitió ir poco a poco mimetizándose con el pueblo al que estaba conquistando y transformando. Hizo que su familia se convirtiera en parte de ese mismo pueblo. Siempre tuvo con los de su alrededor un trato “noble y generoso” en palabras del Inca Garcilaso (II parte, Libro 3º, Capítulo V). En el capítulo IX dice Garcilaso que “…el marqués fue tan afable y blando de condición, que nunca dijo mala palabra a nadie…”. Un detalle de cómo era Francisco Pizarro lo describe Agustín de Zárate en su Libro IV, capítulo IX, cuando explica cómo en una ocasión se lanzó al agua en medio de la impetuosa corriente del Río de La Barranca, con gran riesgo para su vida y con el único fin de salvar de las aguas a un indio yanacona que estaba a su servicio.
Francisco Pizarro poco a poco percibió que Inés su esposa, más joven que él y quizá hasta mucho más alegre que él dada la diferencia de edad, se estaba enamorando de uno de sus pajes: Francisco Ampuero. Inteligente como era y de lo cual dio muchas muestras a lo largo de su vida, no quiso entorpecer el amor de los jóvenes y se separó de Inés. La relación entre Inés y Francisco Ampuero era para entonces conocida por el resto de los españoles que allí vivían y se conocían los escarceos de la pareja en ausencia del Pizarro por sus viajes. Una vez separado de Inés, la casó con Ampuero, aunque eso sí, la separó de sus dos hijos que los entregó a la protección y cuidado de su cuñada Inés Muñoz. Nunca más los niños tuvieron relación con su madre. Esta nueva pareja se quiso mucho, tuvieron hijos y llegan todavía hasta hoy los descendientes de esta unión. Entre otros, un muy conocido literato y toda su familia, desciende de esta línea.
Pizarro, una vez separado, se unió con una prima de Atahualpa: Angelina Yupanqui o Cuxirimay Ocllo, de la que he hablado un poco antes. Prima, por partida doble, de Atahualpa. Su padre era tio carnal de Atahualpa, su madre era tia carnal de Atahualpa. Procedente también de la sierra norte. Angelina había sido designada por Huayna Capac, su tío, para que fuera esposa y madre de los hijos de Atahualpa, su primo. Eran hijos de dos hermanos y dos hermanas. Pero de ningún modo Angelina formaba parte tampoco de la “familia” o “panaca” real. De Angelina nacieron el tercer y cuarto hijos de Pizarro, Francisco y Juan Pizarro Yupanqui. Toda su descendencia llevaba, por tanto, la sangre de los incas.
Estos segundos hijos de Pizarro, no fueron reconocidos por Pizarro. Probablemente a Pizarro no le dió tiempo de hacer un nuevo Testamento, tras el último testamento que otorgó en Chivicapa el 27 de Junio de 1,539. Ese fue el año en que nació Francisco -el hijo mayor de este segundo matrimonio- en Cuzco. Juan nació en Los Reyes, entre 1,540 y 1,541. Su padre fue asesinado en Lima el 26 de Junio de 1,541. Es por ello por lo que es probable que no quedaran legitimados en Testamento. Ambos llevaban sangre de un hermano de un inca y de una mujer importante indígena pero no inca pura.
Podría también pensarse que Angelina formó parte del “lote” de mujeres de Atahualpa que fueron entregadas como parte del famoso rescate. Así lo relata, sin mencionar su nombre, el cronista Cieza de León, al decir que “se entregaron mujeres y esposas de Atahualpa…“. Ines de Muñoz, cuñada de Pizarro, relata en su diario que Angelina era muy apreciada por Pizarro y que al final de su vida tenía mejores modales que las españolas que estaban empezando a llegar a este Reino.
Manco Inca era medio hermano de Inés y de Angelina, pero siendo Manco Inca cuzqueño e Inca de sangre por vía paterna y materna, es muy probable que mirara con cierto recelo el que estas princesas de la región Norte del Perú se unieran tanto a Francisco Pizarro. Habiendo sido formado en las familias del Cuzco imperial, donde todo era política y tratados entre las diversas “panacas” que descendían de los Incas, seguramente asimiló rápidamente la situación de estas princesas regionales y entendió el rol que estaban jugando. Si en algún momento escondía dentro de sí esos pensamientos, con toda seguridad se vieron confirmados cuando Inés, la primera mujer de Pizarro pide a su madre, la Cacica Cuntur Huacho, que acuda en ayuda de Pizarro. Y la madre consigue que acudan varias decenas de miles de soldados para apoyar a Pizarro que, en Lima, estaba cercado por el General de Manco Inca, de nombre Tupa Yupanqui. Manco Inca, muy seguramente pensó que las princesas “regionales” no le apoyarían a él que las seguía tratando como tales y sin embargo apoyarían a Pizarro, que las había convertido en sus esposas.
No se ve, desde la perspectiva de la historia, a Manco Inca muy apegado a ninguna línea de sangre más que a la suya propia, mucho más completa y plena, que la de las susodichas princesas regionales. Cada uno ahí jugaba su propio partido y era un partido a vida o muerte.
Manco Inca había sido un importante aliado de Francisco Pizarro y le apoyó en las luchas internas entre los Incas, combatiendo a las fuerzas del que había sido General del Inca Atahualpa, Quisquis. Hasta tal punto llegaron los combates internos entre los incas, que el propio Quisquis fue asesinado por sus propios soldados, que se negaban a seguir combatiendo a los españoles. Manco Inca intentó mantener acuerdos con los españoles con el fin de poder tener una inteligente convivencia mutua y eso viene a pobar el reconocimiento y respeto por parte de Francisco Pizarro hacia él. Pero todo se fue al traste cuando Francisco Pizarro decidió salir a pacificar y conquistar nuevos territorios, dejando el control y gobierno del Cuzco en manos de sus hermanos Gonzalo, Juan y Hernando. Estos desoyeron los consejos de Francisco, traicionaron a Manco Inca y se dejaron llevar por su deseo de hacerse con la mayor cantidad de oro posible para poder después retirarse ricos.
Francisco Pizarro que era un estadista a carta cabal, tenía planes, era un visionario. Sus hermanos, valientes y fieros como el que más, al igual que el resto de españoles que llegaron con Pizarro, habían dejado cientos y miles de vidas atrás para llegar al Cuzco. Ahora que estaban allí, con Manco Inca, lo único que querían era oro. Probablemente más de uno, incluidos los hermanos de Pizarro, querían mucho oro y volverse a España lo más pronto posible. No es de extrañar. Si alguno quedaba de los hombres que partieron con Pizarro de Panamá (la mayoría ya habían muerto, habían regresado sin fama ni gloria a Panamá, o se habían ido quedando por el camino como guarniciones que velaran por una ruta de retirada) habían pasado por muchas penalidades. Hasta ese momento no habían sido atacados por los indígenas locales. Pero eso no significa que por delante no tuvieran todavía la parte de la aventura más peliaguda: para subir de la costa hasta Cajamarca tuvieron que caminar, cuesta arriba, los Andes Peruanos. Y eso, ya es mucho decir. Tuvieron que cruzar a pie, o a caballo si este quería andar, cargando armadura, escudo, yelmo, coraza más espada o lanza, cuando no también alguno de los primeros mosquetes que eran super pesados. Sin lugar a dudas era una misión ardua. Pero atravesar de dicho modo montañas que alcanzan los 5,000 metros de altura, y el abra más baja está a 3,800 metros… no es cosa fácil. Te falta el aire, te desmayas, te mareas, te duele la cabeza, el corazón palpita a mil… Hoy en día estos síntomas se conocen perfectamente y se llaman mal de altura. Entonces este “mal de altura” no se conocía.
Pudieron hacerlo porque Atahualpa, que ya sabía de su llegada desde que pisaron la costa peruana, les envió portadores -al estilo de los Sherpas que ayudan a los montañistas a subir el Everest- y llamas para cargar los bultos. Cientos de indígenas portadores. Todos los cronistas españoles relatan esta parte, y también, dicho sea de paso, relatan como el Inca enviaba emisarios que espiaban, sobretodo, el número de españoles que acompañaban a Pizarro. Eso no le quita ni un pelo al denuedo, obstinación y determinación de estos aventureros. ¿Oro? ¿Fama? ¿Convertir infieles? Eran hombres de su tiempo y habría que estar allí para comprenderlo. En un nivel básico probablemente era una mezcla de oro y supervivencia… y en los líderes, como Pizarro, era más que el oro. Era una vida nueva, un reconocimiento y una posición social y política de primera.
Manco Inca, que había llegado a ser encarcelado, encadenado y humillado especialmente por Hernando Pizarro, consciente de la codicia de los españoles por el oro y la plata, jugó con ellos, los engañó y aprovechó todo eso para escapar. De hecho, se convirtió en su peor enemigo. En 1.536 estuvo a punto de lograr expulsar a los españoles del Cuzco con un ejército que algunos de decenas de miles de incas, pero finalmente no lo logró. Las decenas de miles de guerreros incas -incas de privilegio, que no de sangre- que lo acompañaban, al llegar la época de cosecha tenían que regresar a sus campos de labranza. Si no regresaban… los alimentos se malograrían en el campo y habría hambruna. Se retiraron por tanto en buen orden del cerco del Cuzco y dejaron a Manco con unas fuerzas muy mermadas.
Hernando Pizarro en un enfrentamiento absolutamente épico y a la desesperada, cuando lo tenían todo prácticamente perdido, logró tomar la fortaleza de Sacsayhuaman -asalto en el que murió su hermano Juan como he descrito antes- y logró mantener Cuzco. En la toma de la fortaleza fue muy especialmente destacable el heroísmo y muerte del guerrero inca conocido como Cahuide de quien el cronista Pedro Pizarro dijo que: “…se podía escribir de él lo que de algunos romanos…”
Tras el abandono de Cuzco, el ejército de Manco Inca había ido decreciendo. Su principal derrota fue la de su lugarteniente Quizu Yupanqui en su intento de toma de la ciudad de Lima en 1536. Lima se salvó debido a la llegada de miles de tropas enviadas por la Cacica Cuntur Huacho. Y también influyó en esta victoria de Pizarro el que llegara al puerto del Callao, cercano a Lima, un expedicionario español que había traído dos barcos de Panamá con cerca de 300 españoles cada uno. Estos soldados reemplazaron, de algún modo, a los cerca de tres mil que habían partido a ayudar a los sitiados en Cuzco y que nunca llegaron pues fueron muertos en el camino, como he contado. Pizarro, rápidamente, le compró los barcos al español y le dió una pequeña fortuna en oro para que se volviese a Panamá y le dejara a todos sus hombres.
- Los Cañaris, de lo que hoy es Ecuador, eran un grupo prácticamente de zona de selva. Fueron conquistados por Huayna Capac y Atahualpa tras durísimas campañas. Los Incas les quemaron pueblos enteros, hasta que los doblegaron y sometieron.
- Los Chachapoyas, localizados en la región noreste del Perú actual, casi región de Selva, fueron y sus descendientes son, un pueblo muy particular. No guardaban parecido étnico ni racial con los indígenas locales. Eran blancos y de talla mayor a la de los hombres andinos. Sus viviendas, forma de vestir, entierros, momias, ritos funerarios, tumbas, etc. son muy diferentes a las que se pueden encontrar entre los hombres de los Andes. Sus fortalezas, muy complicadas, muy bien pensadas para la defensa, con corredores donde solo pasa un hombre entre altos muros y tres anillos defensivos sucesivos, recuerdan a alguna fortaleza de los hititas del oriente cercano. Resistieron mucho antes de ser conquistados por los Incas y Huayna Capac, el padre de Atahualpa, llevó a cabo un gran escarmiento con ellos pues apelando a tácticas de engaño, habían emboscado a un hermano de Huayna Capac que era muy querido por él y lo habían eliminado junto a sus más de 5,000 guerreros. Eran y son desde luego, muy valientes y difíciles los Chachapoyas.
- Finalmente, los Huancas y tal vez hasta los Chancas… los primeros un pueblo andino del centro del Perú y los Chancas, un tanto más al sur, limítrofes con los pueblos Incas. Estos Chancas habían atacado muchas veces el Cuzco. Fue Pachacutec el que, convirtiendo en soldados a las piedras que lo rodeaban, deshizo a la avanzada Chanca y, viendo esto, sus hombres tomaron empuje y arremetieron contra lo que quedaba del ejército Chanca. No dejaron uno vivo. Luego arrasaron con los pueblos Chancas que habían osado atacar el Cuzco. No dejaron piedra sobre piedra. Los Incas no eran “mano blanda” ni nada santos. Hombres de guerra es lo que eran.
Pero volvamos a Manco Inca. En 1537 buscó la alianza con Diego de Almagro que a su vuelta de Chile se enfrentó con los Pizarro. Esa alianza no funcionó bien porque su medio hermano Huáscar Tupac Paullu Inca -hijo también de Huayna Capac- ya era aliado de Almagro y era quien intentaba hacerse con la Mascapaicha, borla o corona de los incas.
Intentó poco después Manco Inca negociar directamente con Paullu Inca, pero este lo rechazó porque ya había sido nombrado Emperador Inca en Cuzco -que había sido tomada por Almagro a los Pizarro en 1537- a modo de Inca “oficial“.
El grueso del ejercito de Manco Inca había regresado a sus campos a cosechar. Era costumbre Inca no guerrear en épocas de cosecha o siembra.
Junto a Manco quedó la elite de su ejército: aquellos que han sido formados para servir directamente al Inca, los miembros de las “panacas” o familias principales. Al igual que un noble europeo de rancio abolengo, su formación estaba dedicada desde pequeño a las artes de la guerra y de la política. La educación de estos jóvenes guerreros de sangre Inca pura era muy similar a la de los Espartanos de Leónidas: carreras, saltos, luchas, supervivencia de los más fuertes, etc. Al heredero de la corona inca -cosa que es todo un tema que algunos investigadores profesionales podrían discutir por varias décadas- su padre lo enviaba muy joven junto a un general de gran experiencia en campaña. Allí aprendía a negociar, atacar, someter y gobernar. Todas las “panacas” o familias imperiales descendían de alguno de los Incas precedentes al actual. De modo que en todas estas familias estaba la gloria de sus ancestros y tenían fiel reflejo a quien imitar. Tal y como murió Atahualpa, murió también Tupac Amaru I. Mirando a su padre el Dios Sol y pidiendo que los recibiese. Sabiendo que volverían pronto. Así lo explicó Atahualpa, así lo relatan los cronistas que vieron morir al joven Inca Tupac Amaru. Estaban pues, estos Incas de sangre imperial, preparados como guerreros, conquistadores y hombres de batalla. Son este tipo de tropas especiales las que se retiran con Manco Inca del sitio del Cuzco.
Al retirarse los incas, los españoles cometieron un error: pensaron que Manco Inca está vencido. No sabían que se habían retirado las tropas de apoyo, los no profesionales y que la elite del ejército, los “seal” de la época, estaban retirándose ordenadamente con Manco Inca al pueblo de Ollantaytambo.
A todo esto, Manco Inca había capturado vivos a algunos de los 3,000 españoles que habían tratado de ir desde Lima a ayudar a los Pizarro atrapados en Cuzco. Y, evidentemente, había capturado las armas de todo tipo que portaban estos 3,000 españoles. Muchos caballos incluidos. Hasta un pequeño cañón incluido. Uno de los españoles, se sabe su nombre, enseñó el uso de las armas y del cañón a la gente de Manco Inca. Hacía años que los españoles estaban en el Perú y los indígenas habían aprendido no solo el idioma, sino también las costumbres de los españoles. Si montaban a la silla o a la jineta… en el Perú se montó normalmente a la jineta, así que es de suponer que los incas y sus jinetes, también siguieron la costumbre que trajeron los hombres de Castilla.
Manco Inca y su fuerza de élite proveniente de las “panacas” imperiales del Cuzco, se habían retirado junto con los indígenas que procedían de las selvas cercanas al Cuzco. Estos soldados usaban arco y flechas, además de dardos envenenados que lanzaban con largas cerbatanas. Eran totalmente diferentes a los hombres andinos que usaban porras, hondas y lanzas. Estos “selváticos” eran desde muy atrás fieles a los Incas, que les permitían mucha libertad a cambio de ayuda militar cuando la requerían. Igualmente los hombres de la costa del Perú, especialmente los de la costa centro-sur, los Chinchas, eran muy fieles a los Incas, pues habían negociado y no guerreado su relación con ellos, obteniendo de esa manera grandes ventajas en sus relaciones con los Incas. Proporcionaban tropas, naves para el comercio marítimo, alimentos de los valles costeños, pescado, etc. Tan buena era su relación que el Señor de Chincha estaba autorizado a ir en andas, al igual que el Inca. Tanto es así que cuando Atahualpa entró en la plaza de Cajamarca, Pizarro se desconcertó por un momento pues vió a dos hombres de mucho rango, ambos sobre andas de oro. Dudó sobre cual era el Inca Atahualpa. Así lo relataron los cronistas que vivieron el momento.
Manco Inca se retiró a la ciudad / fortaleza de Ollantaytambo. Hernado Pizarro, desconocedor de que era retirada y no huida, a la vista del carácter espartano y netamente militar de las tropas que acompañaban a Manco Inca, lo persiguió desde el Cuzco con cerca de 300 españoles y algo más de 10,000 indígenas auxiliares (cañaris, chachapoyas, huancas-chancas).
Manco Inca los esperó y desplegó sus tropas en los cerros llenos de honderos y flecheros. Formó un frente para recibir a los españoles. Estos, enviaron primero a las tropas auxiliares indígenas que cayeron aturdidas por hondazos y flechas que les llovieron de los laterales. Trató de avanzar Hernando Pizarro con sus hombres de a caballo hacia dos lugares. Por un lado en apoyo de las tropas del centro y por otro, tratando de detener a los honderos del lado izquierdo. Esto último resultó ser imposible, pues estaban colocados sobre muros de piedra a los que se accedía sólo por escalinatas muy empinadas que los caballos no podían intentar subir. En el centro les fue peor aún… Manco Inca, ordenó que se quitasen trabas a las acequias de regadío e inundó el campo de batalla. Los caballos quedaron rápidamente enfangados y no podían avanzar. De esta guisa, fueron víctimas fáciles de los hombres de Manco Inca.
Tras esta victoria, Manco Inca se retiró hacia zonas de la selva más remotas. Había entendido que no debía abusar de su suerte y que los españoles no caerían dos veces en la misma trampa. Incas y españoles aprendían a paso apurado sobre los modos y costumbres de sus oponentes de turno.
En la selva ya existían numerosas fortalezas construidas por los Incas, similares a Macchu Picchu: grandes construcciones ciclópeas de roca labrada con finura hasta hoy no entendible: Choquequirao, Vitcos, Vilcabamba, son algunos de los nombres de estas fortalezas. En todas estas fortalezas y en otras que aún hoy siguen escondidas por cientos de años de crecimiento selvático que las oculta de nuestra vista, es donde Manco Inca y sus hombres, su panaca real, su familia imperial, estableció el eje central de lo que sería conocido como el “Reino de Vilcabamba“.
Manco Inca, legítimo heredero de la corona inca y sus descendientes, estuvieron 35 años gobernando desde Vilcabamba. Desde allí controlaban toda la región centro-noreste de lo que, en los mapas, era el Virreinato del Perú. Por ello, y porque es zona prácticamente de selva, los españoles no lograron establecerse firmemente en estas áreas. Además, desde allí, Manco Inca y sus descendientes, obstaculizaban todo el comercio que se realizaba en la zona centro-andina del virreinato y negaban pase franco a la zona nor-central. En este aspecto, el area de influencia que el Reino de Vilcabamba tenía es una asignatura pendiente por investigar.
A los Virreyes el no poder desplazarse libremente por todas estas regiones so riesgo de encontrarse con partidas de hombres de Manco Inca que estaban permanentemente en pie de guerra, no les hacía ninguna gracia. Así, el Rey de España envió con instrucciones especiales de negociar, solucionar, pacificar o acabar con el Reino de Vilcabamba primero al Virrey Conde de Nieva, luego al Gobernador Lope de Castro y finalmente al Virrey Toledo.
Se dió una larga combinación de alianzas o apoyos mutuos naturales y no tan naturales. Manco Inca, el primer Inca de Vilcabamba dió refugio a varios Almagristas en Vilcabamba, en el infructuoso intento de llegar a Vilcabamba que realizó Diego de Almagro hijo, llamado “El Mozo”. Tuvieron tratados como el de Acobamba, -hecho con el Inca Titu Yupanqui, 3er Inca de Vilcabamba-, hubo ofertas, negociaciones -como las que se hicieron con el Inca Sayri Tupac, 2do Inca de Vilcabamba-, reconocimientos a nivel del Rey Inca con el Rey de España -Acobamba-, y finalmente una osadísima y cansada incursión hacia el corazón de Vilcabamba, en la que acabaría capturando a Tupac Amaru I, el cuarto y último Rey Inca de Vilcabamba.
Lo de “Inca rebelde” estuvo en boca de los historiadores hispanos iniciales, los cronistas. Y también de historiadores de la república y del siglo XX. Estos le daban esa denominación a Manco Inca: el Inca “rebelde”. Y a su medio hermano, Paulo Inca, de rango y posición muy por debajo de Manco Inca, lo llamaban el Inca legítimo.
Tan “legítimo”, y respetado por los españoles, era Paulo Inca que su hijo, Carlos Inca, fue regidor del Cuzco, casó con una dama española y vivió en uno de los antiguos palacios de los Incas, el de Colcampata, recibiendo dineros y privilegios. Era muy reconocido por indígenas y españoles. Su hijo, Melchor Carlos Inca, mestizo, estudió en el colegio de los jesuitas en Cuzco (Colegio San Francisco de Borja) y vivió rodeado de todo tipo de riquezas pues el Rey de España anuló algunas limitaciones que había puesto Toledo sobre su padre Carlos Inca. Era considerado el mejor jinete que había en el Perú y “…para ambas sillas“, lo que en esos tiempos era mucho decir. Se casó con la española Leonor Arias Carrasco, heredera de Pedro Alonso Carrasco, Caballero de Santiago. Melchor Carlos Inca fue también nombrado Caballero de Santiago.
Así pasó a la historia clásica Manco Inca como “inca rebelde” y Paulo Inca como “inca legítimo”. Pero hace algunos pocos años se prestó atención a un hecho que era conocido pero que no había sido debidamente analizado: cuando los Incas de Vilcabamba bajaban de incógnito hacia la ciudad del Cuzco, eran escondidos y hospedados por Paulo Inca en su palacio de Colcampata. Esto nos permite entender que el “inca legítimo” rendía pleitesía y obediencia plena al “inca rebelde“. No cabe la menor duda que Manco Inca era Inca de mayor rango. Es evidente que mandaba incluso sobre su medio hermano Paulo Inca. Paulo Inca no informaba a los españoles acerca de las visitas que los Incas de Vilcabamba hacían al Cuzco. La sumisión de Paulo Inca al Inca de Vilcabamba era un hecho.
Manco Inca reinó como Inca rebelde y terminó asesinado en Vilcabamba en 1544 por 7 españoles de las fuerzas del propio Diego de Almagro que lo traicionaron, de la misma manera que antes habían traicionado a los Pizarro.
Diego de Almagro era muy diferente a Francisco Pizarro. Pedro Cieza lo describe diciendo de él que “…sacudía con la lengua algunas veces sin refrenarse…” y Pedro Pizarro, primo hermano de Francisco Pizarro, decía que era “…hombre muy profano, de muy mala lengua que, en enojándose trataba muy mal a los que con el andaban, aunque fuesen caballeros…”
Cuando apuñalaron a Manco Inca estaban delante de él dos de sus hijos: Titu Cusi Yupanqui y Sayri Tupac. Sayri Tupac en ese momento tenía cinco años de edad. A los traidores no les sirvió de mucho su traición. Pocos días después, los siete que habían matado al Inca, fueron asesinados y sus cabezas fueron expuestas por las calles de Vitsu y Vilcabamba.
Sayri Tupac Inca, hijo de Manco Inca y Culchima Caype, sucedió de manera oficial en el Trono a su padre, aunque en realidad parece que nunca fue así.
Titu Cusi Yupanqui, hermano mayor de Sayri Tupac, parece ser que fue el verdadero heredero de su padre. Todo parece indicar que los incas montaron una ficción para dar a entender a los españoles que el verdadero Inca era Sayri Tupac y así alejar las miradas y las malas intenciones del heredero. Titu Cusi no apareció como Inca ante las autoridades españolas hasta después de la muerte de Sayri Tupac.
Cuando Titu Cusi murió le sucedió en el trono su hermano Tupac Amaru, nieto también de Huayna Capac y de quien hablaré un poco más adelante. Todos ellos eran hermanos de Sayri Tupac, eran hijos del Manco Inca y nietos de Huayna Capac.
El título de Marquesa de Santiago de Oropesa, como decía al principio, fué concedido por Felipe III a la nieta de Sayri Tupac, Ana María de Loyola y Coya-Inca.
Aunque a riesgo de seguir alargándome, entremos un poco más en detalle en la vida de Sayri Tupac.
Apuñalaron a su padre, Manco Inca, delante suyo y siendo el muy joven. Permaneció encerrado y protegido en Vilcabamba mientras crecía. Durante esos años los españoles se desangraban en guerras entre ellos y el gobierno de los incas corría a cargo de Atoc Supa.
En 1534 Carlos V nombró Gobernador de Nueva Toledo a Diego de Almagro, que había llegado a tierras americanas junto a Francisco Pizarro pero a quien el Rey no había favorecido en sus anteriores repartos.
Diego de Almagro recorrió los territorios que le habían tocado en busca de tesoros y al no encontrar más que desiertos y pobreza, decidió ocupar Cuzco considerando que formaba parte de sus territorios. En la batalla de Abancay, del 12 de junio de 1537 hizo prisioneros a Hernando y Gonzalo Pizarro.
Francisco Pizarro negoció con Almagro el destierro y libertad de sus hermanos, pero sólo intentó ganar tiempo. Pizarro no cumplió con el acuerdo y una vez recuperada la libertad de sus hermanos, les dio el mando de las tropas y juntos se enfrentaron a Almagro. Almagro se encontraba enfermo en esos tiempos y no pudo organizar la defensa. Dió el mando de sus tropas a Rodrigo Ordóñez. Los almagristas fueron derrotados en abril de 1538 en la batalla de las Salinas. Hecho prisionero, Almagro fue humillado por Hernando Pizarro y enseguida entendió que no podría apelar ante el Rey. Sintiéndose perdido suplicó por su vida y a su súplica, Hernando Pizarro respondió diciendo:
Sois caballero y tenéis un nombre ilustre; no mostréis flaqueza. Me maravillo que un hombre de vuestro ánimo tema tanto a la muerte. Confesaos, porque vuestra muerte no tiene remedio.
Cuando terminó el encarcelamiento de Hernando, se mudaron a La Zarza -hoy Conquista de la Sierra-. Después de años de esfuerzos y pleitos porque la Corona reconociera sus derechos, recuperó todos sus bienes y derechos y una vez viuda de Hernando, siendo libre ya, se volvió a casar. En esta ocasión con Pedro Arias Portocarrero. En Noviembre de 1581, hijo mayor de los II Condes de Puñonrostro y hermano de Francisca Sarmiento, la esposa de su propio hijo Francisco. Es decir, se casó con el cuñado de su hijo. Cambió su residencia a Madrid, se hizo muy amiga de la esposa de Felipe II y vivió una vida de lujos hasta su muerte en 1598.
Pero Francisca no era heredera del Imperio Inca o de los bienes de los Incas y sus privilegios. Había mucha mejor “sangre” con pleno derecho, incaico e hispano, a pedir ese privilegio que el derecho que asistía a Francisca. De la sangre del Imperio Inca vendrá la línea de Huayna Capac – Manco Inca – Sayri Tupac – Beatriz Clara Coya – Ana María Lorenza Coya de Loyola.
Volvamos a la entrega de Sayri Tupac, lograda por su primo Juan Serra.
Sayri Tupac se entregó, aceptó también ser bautizado con el nombre de Diego y para hacerlo, tuvo que salir de Vilcabamba. Fue nombrado Príncipe de Yucay y se le entregó el Valle del Yucay, en la foto debajo, junto con las rentas que generase.
Visto desde la perspectiva de hoy en día, era una gran propiedad, pero si lo miramos desde la perspectiva de entonces… el Valle del Yucay era una encomienda que había sido entregada unos años atrás a Francisco Hernández Girón por sus méritos de guerra contra el Inca. Por sus decisiones políticas equivocadas, años después, el Marqués de Cañete se la confiscó. Esto ocurrió dos años antes de sentarse en Lima con Sayri Tupac.
Francisco Hernández Girón, el antiguo héroe y compañero de batallas de los aventureros españoles, se había convertido en rebelde y enemigo del Rey. Se había levantado en armas en contra de la Corona española y se había enfrentado contra las autoridades. Hernández Girón se puede decir que fue un gran soldado, pero tuvo muy mala fortuna en escoger bando una vez que llegó al Perú. Primero luchó del lado del Primer Virrey del Perú Blasco Núñez Vela(15 de Mayo de 1.544 a 18 de Enero de 1.546), pero lo hizo cuando este ya no contaba con la autoridad de la Real Audiencia de Lima a la vista de sus desaciertos a la hora de hacer cumplir las Leyes Nuevas, las Leyes que se habían dictado con el fin de intentar poner fin a los abusos cometidos con los indígenas por parte de los encomenderos. Después se puso del lado de Gonzalo Pizarro y finalmente fue en contra del propio Corregidor del Cuzco, a quien detuvo. Juntó un ejército, ganó un par de batallas, llegó incluso a derrotar de una manera realmente sorprendente al propio Alonso de Alvarado el 21 de Mayo de 1.554 en Chuquinga, actual provincia de Aymaraes, y eso que Alvarado traía un ejército con más de 1.200 hombres y una larga experiencia de combate y de victorias.
El propio Alvarado fue herido en la batalla, pudo huir a Lima y allí pasó los siguientes dos años, envuelto en una melancolía que algunos llegaron a achacar incluso a locura, hasta que murió en 1.556 sin haberse repuesto de haber perdido esa última batalla entre españoles.
Mientras tanto, Hernández Girón el mismo año 1.554 se enfrentó en nueva batalla con las fuerzas oficiales en Pucara, perdió en esta ocasión la batalla aunque consiguió también huir, pero fue apresado pocos días después, condenado a muerte, ejecutado en Diciembre de 1.554, su cabeza clavada en una picota, sus propiedades confiscadas y sus casas derribadas y sembradas de sal. De esta manera la Encomienda del Valle del Yucay había sido recuperada por las autoridades.
Cuando Sayri Tupac, dos días después de llegar a Lima, el 7 de Enero de 1.558, comiendo con el Arzobispo de Lima se enteró de que era el Valle del Yucay todo lo que le darían, arrancó un hilo del mantel que cubría la mesa donde comían y ante la sorpresa de sus anfitriones les preguntó si aceptarían ese hilo en lugar del mantel completo. Sin dar tiempo a que le contestaran, les dijo que era eso exactamente lo que estaban haciendo con el: le quitaban un Imperio y le daban un jirón.
Aún así, volvió al Cuzco, fue bautizado, se casó con su medio hermana Cusi Huarcay, para lo que solicitó y obtuvo una dispensa del Papa Julio III, legalizó desde el punto de vista de la nueva jurisprudencia a la hija que previamente habían tenido juntos, la bautizó con el nombre de Beatriz y se retiró a sus nuevos territorios, en el Valle del Yucay.
A los pocos meses, con 43 años, falleció en Yucay, parece ser que asesinado por Apu Chillche, jefe de los Cañaris.
Los Cañaris eran unos guerreros que en tiempos del gobierno de Huayna Capac, padre del Manco Inca y abuelo de Sayri Tupac, habían formado la Guardia Imperial, pero que a la llegada de los españoles se pasaron del lado de los invasores. Parece ser que ayudaron a derrotar al ejército de Manco Inca cuando este estuvo a punto de tomar Cuzco y derrotar a las fuerzas de Hernando y Gonzalo Pizarro. Los Cañaris eran los encargados por Manco Inca de la defensa de Sacsayhuamán. Como compensación por la toma de la fortaleza Gonzalo Pizarro otorgó a su jefe Apu Chillche la administración de los bienes de Yucay. Todo parece indicar que Apu Chillche no aceptó bien que fuera Sayri Tupac quien se convirtiera en el nuevo propietario por entrega del Virrey y lo asesinó.
El Yucay era un valle especialmente apreciado. Antes de HuaynaCapac también el gran monarca Pachacutec, nombre que quiere decir “aquel que mueve la Tierra”, el más grande de todos los Incas, conquistador de los Chancas, habitantes de la actual Apurimac, organizador del Imperio Inca, creador del Tahuantinsuyo y promotor de lugares como Machu Picchu, Sacsayhuaman, Tambomachay, Tipon o Qorikancha, y su padre Huiracocha Inca habían demostrado su interés y aprecio por el Valle realizando tanto conquistas como construcciones. Fué también Yucay el lugar de resistencia de los últimos Incas del Tahuantinsuyo. Era un centro de producción agrícola con un magnífico microclima y por el que las clases dirigentes siempre habían sentido una especial predilección. Todavía hoy están los restos de los Palacios y andenerías allí construidos, algunos de los cuales lo fueron con piedras trasladadas a lomos de llama desde Ollantaytambo y el Valle de Lares.
Cuando murió Sayri Tupac, su hija Beatriz Clara Coya fue ingresada en el recién fundado Convento de Santa Clara en el Cuzco y separada de su madre, a quien se le dejó casi en la pobreza por la mala administración de los bienes ordenada por el Conde de Nieva, cuarto Virrey del Perú (del 17 de Abril de 1.561 al 20 de Febrero de 1.564 en que falleció).
El Conde de Nieva, Don Diego López de Zúñiga y Velasco, había sido compañero de batallas de Carlos V y miembro del séquito de Felipe II en su recorrido por Flandes y Alemania antes de subir al trono como Felipe II. Por la confianza que tenía con el le nombró el Rey IV Virrey de Perú, con el encargo de poner orden en el desaguisado organizado por Blasco Núñez de Vela a cuenta de las Leyes Nuevas y que ni Antonio de Mendoza, Marqués de Mondéjar y II Virrey (23 de Septiembre de 1.551 al 21 de Julio de 1.552 en que falleció), ni el Marqués de Cañete, III Virrey (29 de Junio de 1.556 al 30 de Marzo de 1.561), habían logrado.
Mientras todo esto ocurría, en 1.562, después de haber sido asesinado Sayri Tupac, apareció en escena Titu Cusi Yupanqui como monarca Inca y atacando las encomiendas vecinas a los ríos Urubamba y Apurimac y atacando a todas aquellas personas, soldados o civiles, que las que se cruzaban por los caminos.
Titu Cusi, al enterarse que Sayri Tupac ha muerto, se autonombra como Inca en Vilcabamba, mete “preso” al muy joven Tupac Amaru, recluido en la casa de las Acllas o princesas dedicadas al culto al Sol y lo tilda en público de “bobo”.
Titu Cusi Yupanqui gobierna de 1561 hasta 1570. Once años.
El reducido número de fuerzas incas -recluidos y protegidos por los accidentes de la Naturaleza en Vilcabamaba- nunca había acabado de aceptar la nueva dominación española y una vez fallecido Sayri Tupac, aparecía un nuevo Inca muy dispuesto a luchar y a hacer frente a los nuevos ocupantes.
Esta fuerza inca era reducida con respecto al tamaño que tenían antes. Las fortalezas Incas de la zona de Vilcabamba eran varias: Choquequirao, Vitcos, Espiritu Pampa -que és la verdadera Vilcabamba de los Incas- y algunas otras, que estaban diseminadas por toda la zona. Los pueblos que estaban en los alrededores servían a los Incas de Vilcabamba. Estos Incas, que durante 35 años mantuvieron incólume su Reino, aunque muy reducido en comparación de lo que tuvieron cuando fueron Imperio, tuvieron el mismo sistema de los reinos Incas: organización por grupos, etnias, labores, etc. Su influencia, podríamos decir su radio de alcance, llegaba hasta un tercio de lo que oficialmente era el Virreinato del Perú. Los Incas controlaban las entradas hacia la selva. Y la Selva, ignota y dura era, más o menos, ese tercio del que hablamos. Todas estas fortalezas no están en zona de sierra, puna, andina; están en la zona alta de la selva, también llamada Ceja de Selva. El ejemplo más palpable de este ecosistema y su desarrollo pleno por los Incas es la mundialmente conocida Macchu Picchu. No nos atreveríamos a decir que formaba parte de la red de Vilcabamba, pero el lugar, la distancia, el tipo de construcciones, etc. no colocan como un imposible esta idea.
A esto agreguemos que los indígenas de la selva, los “antis” como los llamaban los Incas, eran muchos, y de muy variadas tribus. Y estos eran viejos aliados de los Incas. De hecho, la presencia de los Incas en toda la zona de Selva Alta no podía haber pasado desapercibida para los Antis puesto que Tupac Amaru I, cuando estaba retirándose de Vilcabamba, se dirigió vía los rios que se adentran en la Selva, hacia los territorios más profundos de los “antis”, tierra de tribus amigas donde se iba a guarecer y buscar apoyo.
Se convirtió este nuevo frente activo en algo inesperado para los invasores españoles, que coincidió además en el tiempo con la muerte del Conde de Nieva y que convertía las condiciones de vida en realmente muy difíciles para todos los allí presentes.
Arrancaron los españoles negociaciones con Titu Cusi con el fin de encontrar un acuerdo de paz. Aparentemente Titu Cusi aceptó convertirse al cristianismo y aceptar convertirse en vasallo del Rey de España, aunque aprovechó para reclamar también su reconocimiento como Inca sucesorio, el aumento de los límites en el territorio de Vilcabamba y el matrimonio de su hijo Quispe Titu con su prima Beatriz, hija de Sayri Tupac. Era toda una propuesta de Tratado entre dos dinastías que se consideraban a sí mismas y eran, grandes dinastías: la Inca y la de los Austrias españoles.
Se llegó a un Acuerdo, porque esa era la voluntad por ambas partes y se firmó la capitulación de Titu Cusi el 24 de Agosto de 1.566 en el valle de Acobamba.
Es importante recalcar que muchos de los súbditos del Inca, hasta la propia Cusi Huarcay, su cuñada y viuda de Sayri Tupac le recomendaban encarecidamente que no lo hiciera porque pensaban que los españoles le estaban engañando.
Los Incas no consultaban sus decisiones. Eran hijos del Sol. Poder omnímodo y pleno. Nadie podía mirarlos de manera directa a los ojos, todos se retiraban sin darles las espaldas. Se recogía el pelo que les cortaban, los esputos, etc. Sólo usaban una prenda de vestimenta una única vez. Tal como lo relatan los cronistas, si se manchaban mientras comían, inmediatamente se les cambiaba de ropa por otra tenida diferente. Hasta los más altos funcionarios se presentaban ante ellos con un peso sobre los hombros para mostrar humildad, como comprobaron los españoles desde Atahualpa.
Cusi Huarcay, Inca de sangre real, plena, por padre y madre, hermana de su esposo, el ya muerto Sayri Tupac, que habían ya sido reconocidos como tales por la Corona Española, con toda seguridad se oponía firmemente al tratado porque:
a) Iba en contra de su sangre pura sobre la “media sangre” representada por Titu Cusi.
b) Iba en contra del tratado hecho con su esposo Sayri Tupac.
c) Era un tratado donde un “medio hermano”, de mujer no Inca -como máximo de Palla, mujer importante, pero de nivel inferior al de Cusi Huarcay-, se arrogaba un papel preponderante sobre quienes si tenían sangre real plena, o sea el prisionero Tupac Amaru I.
Había una gran indignación en Cusi Haurcay con ese Tratado de Acobamba. En virtud del mismo, a ella le quitaban las Haciendas que se habían asignado a Sayri Tupac, su ya fallecido esposo.
El Conde de Nieva, Virrey del Perú, había fallecido y su sucesor, que sería Francisco de Toledo, todavía no había sido nombrado, lo que hacía aumentar todavía más la suspicacia de los incas.
La realidad es que los españoles nunca le traicionaron, pero se fueron haciendo cada vez con una mayor presencia e información de lo que ocurría en Vilcabamba. Y mientras tanto, dentro de Vilcabamba crecía el descontento entre los guerreros incas, que no paraban de llevar a cabo ataques esporádicos fuera de los territorios que tenían asignados, llevando a cabo pillaje, secuestros y asesinatos.
Con este estado de cosas y mientras llegaba la confirmación por parte del Rey de España del Tratado firmado en Acobamba, que perseguía lograr una paz verdadera y duradera, llegó al Cuzco el nuevo Virrey, Francisco de Toledo (del 26 de Noviembre de 1.569 al 23 de Septiembre de 1.581).
Antes de llegar al Cuzco hizo un largo recorrido por todo el Virreinato para conocerlo en toda su extensión.
Uno de sus primeros cometidos era resolver las hostilidades con Titu Cusi. Para lograrlo, acordó enviar a Vilcabamba al fraile agustino Diego Ortiz, junto con otro fraile agustino y un corregidor con amplios poderes para alcanzar la paz con el Inca y con el mensaje de que no habría revanchas a pesar de todos los daños que sus hombres estaban infligiendo. Titu Cusi, muy influenciado por sus Consejeros no parecía terminar de aceptar la paz y se alargaba en sus discusiones con el fraile agustino. Todas estas conversaciones coincidieron con la época de lluvias. Aparentemente Titu Cusi se resfrió y Diego Ortíz que además de fraile y de embajador del Virrey ejercía de médico, aplicó los típicos remedios de la época ante la enfermedad. Pero la enfermedad de Titu Cusi era mucho más seria que un resfriado y murió rápidamente. Esta repentina muerte, unida al descontento entre sus personas de confianza, les hizo sospechar que Titu Cusi había sido envenenado por el fraile y sin pensarlo mucho, especialmente instigados por la madre de Titu Cusi, mataron al Fraile Diego Ortíz, junto con el escribano Martín de Pando, de quien también sospechaban.
Estas repentinas muertes activaron todos los problemas que andaban latentes entre los guerreros incas. Ignoraron el compromiso sucesorio con Quispe Titu, firmado y aceptado en el Acuerdo de Acobamba del verano de 1.566 y nombraron Inca a Tupac Amaro, tercer hijo del Manco Inca.
El nuevo Inca no había sido nunca preparado para reinar y menos para luchar, aunque había tenido mejores derechos sucesorios que su predecesor Titu Cusi.
Todos los jóvenes de familias nobles hacían pasar a sus hijos por el warachicu. El huarachico o warachicu era la fiesta de iniciación en la que los jóvenes recibían, después de pruebas deportivas de carrera, de lucha, de arco y de honda, las insignias y signos militares, los pantalones o huaras y las ojotas. Además se les horadaban las orejas para usar los grandes aretes distintivos de su rango. Ese día el pueblo bailaba repetida e incansablemente el taqui llamado huari, instituido por Manco Cápac, que duraba una hora y los jóvenes cadetes se presentaban ante el Inca que los exhortaba a “que fuesen valientes guerreros y que jamás volviesen pie atrás”
Un estudio de fechas, nos da mayores luces:
1545. Muere Manco Inca. Ultimo dia que pudo procrear a su tercer hijo Tupac Amaru I. Dato cierto y aceptado por todos.
1558. Titu Cusi es nombrado Inca. En ese momento, Tupac Amaru I tiene, como mínimo 13 años.
1572. Tupac Amaru I es ajusticiado en Cuzco. Tiene ya un hijo de 3 años.
De esto concluimos que la edad de Tupac Amaru I, al momento de ser ejecutado, es como mínimo 27 años.
A los 13 años de edad todavía no había pasado por la ceremonia de “warachicu” y no había sido reconocido como varón, con plenos derechos.
De esto se aprovecha Titu Cusi y lo envía a vivir con las “Acllas” -las vírgenes del Sol- en la fortaleza de Vitco (o Uiticos como lo escribían los cronistas). La pregunta es ¿por qué no lo elimina?. Un Inca, alguien inmerso en la política de clanes imperiales, no le iba a hacer caras de asco a limpiar el camino a su asunción plena al trono. Muerto Sayri Tupac y si desapareciera Tupac Amaru mejoraban mucho los derechos de Titu Cusi y su derecho a ceñirse la corona Inca a pesar de no ser la opción de primera línea. ¿Por qué no elimina a Tupac Amaru y lo envía a la casa de las Vírgenes del Sol?
Lo más probable es que desde muy niño este joven Tupac Amaru haya crecido allí. Se pensaba que él iba a ser el próximo Villa Umo -gran Sacerdote del Sol- que reemplazaba al Inca en muchas ocasiones. Habiendo muchas mujeres incas de familia real, si hubiera muerto la madre más de una tía hubiése querido criar al sobrino con derechos sucesorios. Es muy probable que Tupac Amaru estuviera desde muy joven viviendo con las Acllas. Estando vivo Sayri Tupac y gobernando como Inca en Yucay, su futuro no estaba amenazado para nada. Pero una vez que asume la corona Titu Cusi, teniendo 13 años Tupac Amaru y habiendo vivido tiempo con las Acllas, parece fácil que se continuara con su vivienda en dicha ubicación (Vitcos, no Vilcabamba). ¿Qué excusa se le dió para no nombrarlo Inca inmediatamente? La poca edad no era justificación. Es probable que hubiera una mezcla entre negociación y orden: no mueres, pero te mantienes allí. Por eso lo tilda de “uti” o “bobo”. Pero es un punto difícil de dilucidar. Con toda seguridad, las diferentes “panacas” tenían algunos intereses a favor de Titu Cusi y muchos otros se verían beneficiados con la asunción de Tupac Amaru. Es algo que queda para la investigación.
Estaba casado y había sido educado junto a las Vírgenes del Sol en el Templo de Uiticos. Sus hermanos nunca pensaron que llegaría a reinar y probablemente, el tampoco.
Coincidiendo en el tiempo, el Virrey envió como emisario de paz a Tilano de Anaya, un español residente en Cuzco, considerado de confianza por el ya para entonces fallecido Titu Cusi. Iba con el objetivo de intentar que el Inca no se levantara en armas, aceptara la paz y viajara a Cuzco. No había sido nada fácil encontrar a alguien dispuesto a llevar un mensaje a la fortaleza de Vilcabamba, en la imagen debajo, a la vista de su aislamiento y de las violentas reacciones de los incas.
Pues bien, los vigilantes del puente de Chuquichaca, un estrecho puente colgante construido de fibra vegetal sobre el río Urubamba que convertía Vilcabamaba en un lugar difícilmente accesible, cuando vieron a Tilano de Anaya llegar, esperaron a que se acercara la noche y cuando este estuvo acampado, lo mataron junto con sus acompañantes. Aparentemente no habían recibido ninguna orden para hacer esto y actuaron por iniciativa propia ante el temor de pensar que el nuevo Inca haría caso a las sugerencias del enviado del Virrey e iría a Cuzco a firmar una nueva paz, como había firmado su antecesor. Mataron al enviado del Virrey y por toda explicación le dijeron a Tupac Amaru que habían matado a unos cristianos que estaban escondiéndose al otro lado del puente, esperando a que él pasara camino del Cuzco para matarlo.
La espiral de violencia comenzó a crecer e inmediatamente se dio por comenzada por parte de los guerreros incas, la guerra de reconquista contra los españoles, ignorando la Capitulación firmada en Acobamba. Todo esto a pesar de ser muy inferiores en número y armamento a la fuerza invasora. Podemos decir que se metieron de una manera muy rápida en lo que terminó siendo una auténtica guerra suicida.
En Marzo de 1.572, poco después de los hechos recientemente narrados, mataron también a los comisionados del Virrey que portaban la cédula real aprobatoria de la Capitulación de 1.566. Con este asesinato rompieron toda posibilidad de paz con los españoles.
El Domingo de Ramos de 1.572 el Virrey Toledo, junto con todo su consejo, declaró la guerra contra el joven Tupac Amaru y ofreció una recompensa a aquel que lo capturara.
A finales de Mayo de ese mismo año las fuerzas españolas iniciaron la invasión de Vilcabamba por el paso de Chuquichaca y el 24 de Junio, después de unas durísimas, sangrientas y valientes batallas por ambos bandos, ocuparon la ciudad de Vilcabamaba. Tupac Amaro huyó hacia el valle de Simaponte. Fue perseguido durante días por la selva, más de 250 kilómetros río abajo hasta el agotamiento de los propios soldados del Capitán García de Loyola, que era quien comandaba la persecución. Los soldados españoles en su persecución a Tupac Amaro perdieron zapatos, ropajes y muchas de sus armas, pero siguieron adelante. Finalmente Tupac Amaru, pensando que en realidad no tenía ejército para hacerles frente, que el no era culpable de crimen alguno y que finalmente terminarían apresándolo o moriría en la selva junto con su familia como un animal perseguido, se entregó junto con todos los que le seguían. Entre otros su esposa embarazada y dos hijas. Fue llevado a Cuzco, juzgado y condenado a morir decapitado.
Se intentó por parte de muchos de los españoles allí presentes que la ejecución no se produjera y que a la vista de que no podía estar probada su participación en el asesinato de Fray Diego Ortíz por el que se le estaba condenando a muerte, que se le enviara a España para que allí pudiera recibir un Juicio y una sentencia más justa. Todos los sacerdotes y religiosas, de más de 4 órdenes allí presentes, Franciscanos, Agustinos, Jesuitas, Dominicos, imploraron de rodillas al Virrey Toledo para que no ejecutase al Inca Tupac Amaru
El Virrey Francisco de Toledo se negó en rotundo y ordenó ejecutar la sentencia en la Plaza de Cuzco, frente a miles de indios, antiguos súbditos del Inca.
Tanto la sentencia como la ejecución de Tupac Amaru fue algo que hasta el propio Felipe II, en la imagen, reprobó cuando se enteró.
Francisco Toledo fue un personaje que desde luego no debe pasar desapercibido en la historia del Perú. Había nacido en Oropesa, Castellón, hijo del Conde de Oropesa y después fué él también, Conde de Oropesa. Fue sin lugar a dudas el verdadero organizador del Perú que luego perduraría, pero siempre le quedará el borrón de haber sido él quien diera la orden de ejecución contra Tupac Amaru, aún siendo consciente de que no era culpable de lo que se le acusaba y en contra de sus propios Consejeros. Es una de esas circunstancias en la Historia en la que se comprende que una buena comunicación entre las partes hubiera probablemente resuelto un problema que terminó verdaderamente siendo mucho más grande.
Circulan versiones diferentes acerca de lo que ocurrió en los momentos previos a ser decapitado. Según relata Bernabé Cobo en su libro “Historia del Imperio Inca”, pidió ser bautizado y recibió el nombre de Felipe Tupac Amaru. Una vez recibido el Bautismo, se dirigió a los presentes y les instó a convertirse y creer en un solo Dios, creador de todas las cosas.
Según otras versiones, efectivamente fue bautizado y habló a los allí congregados. Dicen las crónicas que eran más de 20,000 almas las que llenaban la plaza de Armas del Cuzco. Los calló primero con un solo gesto de su mano y les habló para pedirles perdón, para que cesaran en sus violencias y trataran de vivir en paz. También le dijo al Virrey que rogaría a Dios por el. Y parece ser que sus últimas palabras fueron para su Dios el Sol y para la Pachamama, la Madre Tierra, justo antes de colocar él mismo su cabeza en la piedra sobre la que sería decapitado.
En la imagen, el cuadro que se conserva de Tupac Amaru.
Habían pasado cuarenta años desde que Pizarro ejecutara a Atahualpa y doce desde la muerte de Sayri Tupac. Tupac Amaru era sobrino de Atahualpa y hermano de Sayri Tupac.
Mientras todo esto ocurría, el matrimonio o el destino de Beatriz Clara Coya, la única hija de Sayri Tupac había generado importantes discusiones.En 1,558 la habían metido en el Convento para ser cuidada, atendida y vigilada por las Clarisas. Su madre la sacó del Convento y la llevó a la casa de Don Diego Arias Maldonado, conocido como “el rico”. Un influyente conquistador, el más rico del Cuzco, que había desarrollado una muy intensa relación con la Orden religiosa ya más poderosa en esas tierras: los jesuitas.
Estando allí viviendo, se proyectó el matrimonio de la niña con Cristóbal, el hijo del propietario de la casa. Pero las autoridades locales coloniales vieron con malos ojos la posible unión entre un miembro de una ya rica familia local de conquistadores, con una princesa descendiente del linaje real de los Incas. A tanto llegaron las discusiones que se llegó a afirmar que Cristóbal Maldonado había violado a la niña, para de esa manera forzar el matrimonio con ella. Fue acusado de conspiración y enviado por la fuerza a España, bajo el pretexto de una revuelta de mestizos, pero poco después se comprobó la falsedad de dichas acusaciones, tal y como relata Levillier en sus cartas.
Casi veinte años después de estos hechos, Beatriz Clara Coya, la hija de Sayri Tupac, que había estado en el Convento de Santa Clara de Cuzco y protegida en casa de Don Diego “el rico”, fue entregada en matrimonio en 1.590 a Martín García de Loyola, sobrino nieto de San Ignacio de Loyola y quien comandaba las fuerzas que dieron caza a Tupac Amaru 18 años antes, en la selva. Martín llegó incluso a incorporar la cabeza decapitada de Tupac Amaru en su propio escudo de armas, como afirma Hemming en su libro “The Conquest of the Incas” págs. 458-461.
La fortuna de Beatriz, que era notoria para la época aunque había estado mal administrada, la convertía en una muy atractiva novia.
El premio para Martín García de Loyola por haber logrado capturar a Tupac Amaru fue darle en matrimonio a su rica sobrina. Los Jesuitas, de esta manera, conseguían también una importante victoria en estos nuevos territorios. Unían al sobrino de su Fundador, con la heredera de los incas.
Cristóbal Arias Maldonado, el anterior pretendiente, al enterarse de la muerte de Tupac Amaru y de la recompensa prometida por el Virrey, volvió en 1.580 al Perú e intentó bloquear la boda con Martín García de Loyola, pero no lo consiguió.
Para entonces las cosas habían cambiado ya mucho en el ya conocido como Perú: Cuzco se había convertido en el nudo que unía todos los caminos que llevaban por la América española, se habían descubierto las minas de Potosí en el Alto Perú y las de azogue en Huancavelica –la ciudad alrededor de las minas fue fundada en 1.570 a instancias del Virrey Francisco de Toledo y se le puso el nombre de Villarrica de Oropesa-; se había desarrollado enormemente la agricultura local a través de las reducciones de indios que buscaban que las comunidades produjeran para su propio beneficio y se había promulgado en 1.576 una Real Cédula obligando a los hacendados a dar a los indios tierras para cultivos de pan y jornales por el trabajo realizado.
En 1.596, el marido de Doña Beatriz, Don Martín García de Loyola, murió siendo Gobernador de Chile y con su muerte volvieron los problemas para la Coya. Volvió desde Chile, donde había vivido con su esposo e hija, se instaló en Lima, se enfrentó al intento por parte de otros de tomar control de todo el Valle de Yucay de su propiedad y falleció en Lima el 21 de Marzo de 1.600, como explica Maria Rostworoski en su libro “Doña Francisca” dedicado a la hija primogénita de Francisco Pizarro.
Del matrimonio entre Doña Beatriz Coya Inca y Don Martín García de Loyola nació en Concepción (Chile), Doña Ana María de Loyola y Coya-Inca. Doña Ana María sería la primera Marquesa de Santiago de Oropesa.
Acerca de este título de nobleza otorgado por Felipe III a la nieta de Sayri Tupac, se podrían hacer algunas conjeturas. Conceder a la nieta del último Emperador Inca reconocido el título de Marquesa de Santiago de Oropesa por parte de Felipe III, Rey de España, encerraba voluntariamente o involuntariamente, un montón de mensajes.
Felipe III era el hijo de Felipe II, contra quien el último Inca, Tupac Amaru, se había rebelado. Y lo había hecho además, entre otras cosas, mandando matar a los enviados del Rey de España que portaban la Cédula de Aceptación de Condiciones en la que el Rey de España reconocía la Monarquía Inca y además le reconocía el derecho dinástico, algo que no había ocurrido nunca hasta entonces, ni volvería a ocurrir en el futuro. La dinastía austríaca que gobernaba España y todos los territorios que le correspondían-casi dos tercios del mundo conocido en la época-, no había sido hasta entonces muy dada a olvidar las afrentas. Sin embargo la concesión del título y lo que a él venía unido por designio real, era una muestra por parte del Rey de perdón y deseo de reparación. Algo muy necesario tras las décadas anteriores por las que había pasado todo el territorio español: Felipe II había dejado a su hijo las arcas vacías por las batallas que había emprendido y Felipe III sin embargo pasaría a la historia por ser un gran pacificador, protagonista de la muy importante Pax Hispánica y con quien el Imperio español alcanzó una mayor extensión.
Si se otorgó el título a Doña Beatriz, fue además también probablemente por amistad con el esposo de Doña Beatriz, Don Juan Henríquez de Borja y por compromiso con el Duque de Lerma, en la imagen debajo, persona de la máxima confianza del Rey y Valido suyo.
Juan Henríquez era hijo de la V Marquesa de Alcañices y de Don Álvaro de Borja y Aragón, que a su vez era hijo del V Duque de Gandía. Era también primo hermano del valido del Rey, el Duque de Lerma.
Como nieto del V Duque de Gandía estaba familiarmente ligado con la Compañía de Jesús, que tanta importancia había cobrado y estaba cobrando en esos años especialmente en el Perú. San Francisco de Borja, IV Duque de Gandía -en la imagen debajo- bisabuelo por tanto de Juan Enríquez, fué el III Padre General de la Compañía de Jesús.
Sin lugar a dudas, otorgarle un título de nobleza española a la heredera del último Inca era una manera de intentar mimetizarse y seguir desarrollando el sincretismo entre la cultura hispano cristiana y la inca pagana.
Según afirma Arzáns de Orsúa y Vela en su libro “Historia de la Villa Imperial” en la página 98, las fiestas que se celebraban en Potosí y que recordaban a los lugareños la forma de vestir de sus antiguos reyes Incas, habían sido en cierta forma transformadas, cristianizadas o colonizadas.Los jesuitas, que habían crecido de una manera muy importante tanto en influencia como en poder en el Perú en todos los años desde la llegada de los españoles, utilizaban el teatro y las representaciones de manera muy común como herramienta de apoyo en la evangelización.
Stefano Arata en “Estaba el Jardín en Flor” dice que “…el teatro “evangelizador” se inscribe en esta línea al convertirse en un espacio de comunicación intercultural y contaminación artística en el que el sujeto colonial indígena exigía que la producción teatral se adaptara al destinatario que seguía siendo posesor de una bagaje cultural nativo. Los indios cristianizados no renunciaban ni a su mitología, ni a sus divinidades y, por ello, su cultura “pagana” y la misma resistencia sobreviviría…”.
El origen de la fiestas era ancestral pero se aprovechaba por parte de las autoridades, para la conmemoración del triunfo sobre la soberanía andina e inca.
Una de las formas más clara de hacerlo era honrando al Apóstol Santiago, en quien los soldados españoles habían confiado y a quien se habían tradicionalmente encomendado a la hora de atacar y vencer al Manco II en Cuzco. La figura del Apóstol Santiago era muy importante y se hacía muy presente en el mensaje evangelizador. La Procesión anual que se celebraba en honor del Apóstol era de los acontecimientos más importantes del año.
Sobre el nombre de Oropesa, dos comentarios. El título original parece ser que fue el de Marqués de Santiago del Valle de Yucay, pero el Valle también era conocido por los españoles como el Valle de Oropesa, nombre de la ciudad principal fundada por los españoles en el Valle. Quien dio nombre a la ciudad de Oropesa en el Valle de Yucay fue Don Francisco Toledo, V Virrey del Perú, nacido en Oropesa (Castellón), también Conde de Oropesa.
Francisco Toledo llegó al Perú, como decía anteriormente, con la orden de pacificar el Virreinato y llegar a acuerdos con los incas. Probablemente arrancó su mandato como Virrey con su mejor intención para lograrlo, lo que prueba el envío del fraile Agustino Diego Ortíz a negociar a Vilcabamba. Pero los hechos le fueron ciertamente sorprendentes, la incomunicación entre las partes sin lugar a dudas jugó también en contra de sus intenciones y la belicosidad que mostraban los guerreros y consejeros del Inca tampoco facilitaron la tarea. Tras haber empezado intentando alcanzar sinceros acuerdos con los Incas, a la vista de las violentas muestras recibidas como respuestas, terminó viéndose obligado a dar orden de invadir, perseguir, hacer prisionero y finalmente ejecutar en la Plaza del Cuzco a Tupac Amaru, el último monarca Inca propietario.
Es una curiosa coincidencia histórica que el título que años después recibiera la heredera de esta sangre real reconocida, fuera el de Marqués de Santiago de Oropesa.
El Rey al crear el título unió al mismo la dignidad de Adelantada y por tanto el Mayorazgo del Valle de Yucay, cuyo privilegio de mayorazgo afectaba los poblados de San Benito de Alcántara, San Bernardo, Santiago de Oropesa (Urubamba), Yucay y Huayllabamba. Con esto Felipe III confirmaba el Acuerdo alcanzado años atrás por Felipe II con el abuelo de Doña Ana, SayriTupac.
Para hacernos una idea de la importancia que daban los contemporáneos al matrimonio tanto de Beatriz Inca Coya con Martín de Loyola, sobrino nieto de San Ignacio de Loyola y Fundador de la Compañía de Jesús, así como al matrimonio de la hija de ambos con Juan Henríquez, nieto de San Francisco de Borja y Tercer General de la Compañía de Jesús, basta con comentar que en el siglo XVII -cien años después de que todos estos hechos ocurrieran- se pintó un gran lienzo en el que se representaban ambos matrimonios. Este lienzo se conservaba en la Iglesia de la Compañía de Jesús en el Cuzco. Consta que se hicieron al menos seis versiones del mismo: una de ellas conservada en el Museo Pedro de Osma de Lima y otra en el Beaterio de Copacabana, también en Lima.
Parece claro que los jesuitas querían dejar claro y divulgar lo más posible los vínculos de la Orden Religiosa con la nobleza indígena. De hecho, el 10 de Octubre de 1.741, día de San Francisco de Borja, se llegó incluso a celebrar hasta una representación teatral de la Boda de Don Martín García de Loyola con Doña Beatriz en la Iglesia de la Compañía de Jesús en Cuzco.
Y como la Historia se entrecruza y los caminos también, el hoy Marqués de Santiago de Oropesa, Don Alfonso Martos Carrión, reúne en su sangre la de los más importantes Incas con la de algunos de los más importantes santos y evangelizadores españoles: San Ignacio de Loyola, San Francisco de Borja y San Francisco Javier.
Doña Ana María Lorenza de Loyola Coya, I Marquesa de Santiago de Oropesa, para quien se creó el título, era –además de toda su descendencia inca que venimos comentando- como hija de Martín García de Loyola, bisnieta del hermano mayor de San Ignacio de Loyola. Su abuelo, sobrino de San Ignacio, Martín García de Loyola y Licona, fundó el Mayorazgo de Oñaz y Loyola. Su tercer hijo fue Don Martín García de Oñaz Loyola y Araoz y el hijo de este Martín García Oñaz de Loyola, que fue quien se casó en segundas nupcias con Doña Beatriz Coya Inca, de cuyo matrimonio nació Doña Ana María. Por tanto, el padre de la primera Marquesa era sobrino nieto de San Ignacio de Loyola.
Ana de Loyola Coya se casó con Juan Henríquez de Borja, como he comentado anteriormente, que era nieto del V Duque de Gandía y bisnieto de San Francisco de Borja, IV Duque de Gandía. Sus descendientes, por tanto, aunaban ya las sangres de los incas con las sangres de dos importantes santos españoles: San Ignacio de Loyola y San Francisco de Borja.
Pero es que además, Don Alfonso Martos Carrión, el actual Marqués de Santiago de Oropesa, es nieto de Doña María del Carmen Azlor de Aragón y Guillamas, VIII Duquesa de Granada de Ega. El II Duque de Granada de Ega, Don Antonio de Idiáquez y Garnica (1,686-1,755) se casó con Doña María Isabel Aznárez de Garro y Echeverz, V Condesa de Javier, lo que le entronca también con la familia de los Javier. La madre de San Francisco Javier era María Azpilicueta Aznárez, original del Baztán y descendiente de los monarcas pirenaicos. Fue ella quien aportó a su matrimonio con Juan de Jassu Atondo el Castillo de Javier, donde nacería el Santo. El castillo fue donado a la Compañía de Jesús a principios del Siglo XX por Doña Pilar Azlor de Aragón y Guillamas, XVIII Duquesa de Villahermosa y hermana de la abuela del actual Marqués de Santiago de Oropesa.
La sangre real de los Incas, años después, quedó por tanto para siempre unida con la sangre de tres importantes jesuitas y santos españoles: San Ignacio de Loyola, San Francisco de Borja y San Francisco Javier.
Espero que todos estos relatos históricos ayuden un poco a entender las fecundas y difíciles relaciones que se dieron desde el principio entre los incas y los españoles.
Hago una especial mención a Don Felipe Luna, por su inestimable ayuda a la hora de asesorarme y facilitarme información y textos, muchos de ellos reproducidos en este post. Mi agradecimiento y respeto más sincero por su ayuda.